Latía en el corazón de la gente, mares de espuma cuchicheaban sobre él, era un tácito clamor.
Muchos, muchos, muchos, tenían los ojos brillantes sin saber por qué y la amabilidad deseaba salir a la luz a la menor ocasión. Muchos otros se sentían culpables también sin razón, sin explicación alguna, y procuraban restañar las heridas producidas por siglos de pesos incomprensibles.
El aire era puro. La noche era latiente. El universo parecía tener los motores al ralentí. Algo se cocía, algún tipo de cambio, algún paso de página, el fin de lo viejo quizá y la llegada de lo nuevo.
Es difícil explicar esto, algo que no se ve, pero que se siente que está ahí, porque cada cosa alrededor parece hablar de ello. Era como si un nuevo amanecer se estuviera gestando en el alma del existir y todo lo pesado, lo burdo, lo oscuro, lo que no es, buscase desaparecer de algún modo, borrándose a sí mismo como se borra en una pizarra un diagrama sin sentido, una fórmula que no conducía a nada en realidad.
Nuevos tiempos se sentían latir. Lo viejo moría, y lo nuevo, como un niño todavía invisible, clamaba por salir, por ser.
Es extraño, amigos, sentado sobre la cima de la colina, notaba tal pálpito, así, casi al alcance de la mano, pudiéndolo prácticamente coger, apretar, estrujar en un abrazo.
Lo nuevo está llegando, aunque pocos todavía lo vean; pero qué más da, cuando todo es en el fondo una ilusión en una suerte de juego divino.
(Braddha Bala)
Nuevos tiempos se sentían latir. Lo viejo moría, y lo nuevo, como un niño todavía invisible, clamaba por salir, por ser.
Es extraño, amigos, sentado sobre la cima de la colina, notaba tal pálpito, así, casi al alcance de la mano, pudiéndolo prácticamente coger, apretar, estrujar en un abrazo.
Lo nuevo está llegando, aunque pocos todavía lo vean; pero qué más da, cuando todo es en el fondo una ilusión en una suerte de juego divino.
(Braddha Bala)
(Fuente imagen: zendalibros.com)
No hay comentarios:
Publicar un comentario